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La crisis de la COVID-19, los discursos de odio antigitanos y el impacto en las personas

2021: El impacto de la pandemia en la discriminación y el antigitanismo

La pandemia de la COVID-19 ha supuesto un cambio en nuestras formas de relacionarnos, y en nuestras actividades económicas, sociales y culturales. Desgraciadamente, también ha supuesto una oportunidad para la difusión del odio y para estigmatizar a determinados grupos sociales, como responsables de la enfermedad o de su difusión.

El discurso del “contagio”, y del señalamiento de un grupo social como responsable de ser una amenaza para el orden social o para la salud colectiva, no es algo nuevo. De hecho, uno de los orígenes del racismo moderno está vinculado a ese discurso sobre un ideal de grupo homogéneo y “limpio” o “puro”, que se ve amenazado por el extranjero, el otro, o “el diferente”1, al que se atribuyen todos los males de la sociedad, incluyendo las enfermedades y las crisis (el discurso llamado “cabeza de turco”, o “chivo expiatorio”). Pueblos como el judío o el gitano han sido objeto de este fenómeno desde hace siglos, y encontramos en los orígenes del antigitanismo esos discursos de culpabilización y de otredad.

En el contexto de la crisis sanitaria y social derivada de la pandemia de la COVID-19 y de la declaración del Estado de Alarma en España, desde la Fundación Secretariado Gitano detectamos y denunciamos numerosos casos de estigmatización por parte de los medios de comunicación y en algunas ocasiones de algunos responsables políticos. Estos mensajes se generaron y circularon de diversas formas: como rumores en redes sociales, como audios de whatsapp, y en forma de noticias falsas que culpaban a las personas gitanas de ser responsables de la pandemia y de su difusión, o de incumplir las normas del confinamiento, con un lenguaje alarmista que relacionaba a los gitanos y a las gitanas con “el contagio y el peligro”. A partir de estos mensajes se generaron numerosos discursos de odio contra el pueblo gitano. Ante esta situación, la FSG decidió denunciar algunos de estos casos ante la fiscalía. Pero además de esta respuesta en forma de denuncias, que actualmente están en fase de investigación, decidimos ir más allá.

Las políticas y las estrategias sobre los delitos de odio (incluyendo el discurso de odio cuando es ilegal) se suelen quedar en el plano legal o judicial, es decir, en mejorar los instrumentos legales, la respuesta penal, el régimen sancionador, la sensibilización de agentes clave como los cuerpos de seguridad o los operadores jurídicos (jueces, juezas, fiscalía, etc.) y en debatir sobre los límites entre la libertad de expresión y el respeto a la dignidad de las personas.

En esta ocasión la Fundación Secretariado Gitano decidió ir un poco más allá, y estudiar el impacto de estos discursos de odio antigitanos en las personas y en la propia comunidad gitana, por medio de un estudio. Para la realización de dicho estudio se analizaron seis episodios de discurso de odio detectados en el contexto de la pandemia generada por la COVID-19, cinco de ellos denunciados ante las fiscalías especializadas de delitos de odio. A fin de realizar un análisis del impacto en las personas objeto del discurso, realizamos seis entrevistas telefónicas a personas gitanas que se vieron afectadas o que vivieron de cerca cada uno de los seis casos expuestos. Se trataba de conocer el impacto personal y colectivo de estas situaciones, y mostrar que los discursos de odio tienen un efecto más amplio, que va más allá del hecho concreto de la emisión de unos mensajes, frases o publicaciones.

El ciclo del odio antigitano en el contexto de la COVID-19

El estudio aportó información muy relevante sobre el daño que hacen estos discursos, en diferentes niveles: psicológico (de forma individual), familiar, colectivo, en la infancia, y con sesgos de género.

Una reacción lógica de las personas gitanas que son testigos de esos mensajes es el miedo. Los discursos de odio muestran hostilidad hacia la comunidad gitana, una hostilidad que se puede transformar en violencia. Ser consciente de eso provoca un sentimiento de vulnerabilidad y de miedo. Un claro ejemplo de esto lo encontramos en el testimonio prestado por una de las personas afectadas por un episodio de discurso de odio en Talavera de la Reina: la comunidad vivía en una situación de recelo al sentir que en cualquier momento se podría prender la chispa que encendiera la llama de la violencia: “Muchas veces hemos dicho, pues mira, por causa de estas cosas puede haber algún descerebrado, pues no sé, que un día a lo mejor te tire algo desde un coche” … “Hemos dicho, tened cuidado y cuando, si se meten con vosotros, pues no digáis nada, y en fin, siempre advirtiendo a la gente…”

Otra forma de impacto es el señalamiento público. En ocasiones los sentimientos de hostilidad antigitana motivaron acusaciones infundadas contra personas gitanas, de forma pública. Este señalamiento produce vergüenza y culpabilización, y daña el estado mental de la persona que lo vive. Un ejemplo claro de esto también lo encontramos en el testimonio prestado por una persona de Talavera de la Reina. Para situarnos en un contexto más reciente nos relató una anécdota que vivió él mismo con uno de sus nietos. Por la crisis de la COVID la escuela estaba dando clases a distancia, y a algunos alumnos y alumnas les dejaban unas tablets en préstamo que luego debían devolver. Un niño gitano fue acusado -delante de todos sus compañeros- de haber robado una de las tablets. Poco después se comprobó que la tablet estaba guardada en otro sitio y que la acusación no tenía ningún fundamento. El abuelo explicaba el daño de este tipo de señalamientos en público:

“Si un niño con nueve años que está empezando ahora, para que cómo dicen ustedes, el día de mañana sea algo y sea un niño que pueda estar en la sociedad y se tenga que integrar y sepa lo que es el estudio, el trabajo… y los mismos profesores le van a dar de lado y lo van a acusar ya, con nueve años, de que por ser gitano se ha llevado la tablet…”

El estrés es otra de las formas de impacto. En las entrevistas se percibía que hay una conciencia entre la comunidad gitana del racismo, del rechazo hacia las personas gitanas por su pertenencia étnica, e incluso de una posible violencia hacia ellas. Este hecho, que se convierte en una constante y en algo cotidiano en la vida de muchas personas gitanas, genera estrés. Uno de los entrevistados hizo una comparación muy ingeniosa para hablarnos del antigitanismo como una forma de racismo invisible, pero peligrosa: “Son como el COVID, no saben que lo tienen hasta que dan los primeros síntomas, son asintomáticos hasta que se encuentran con un gitano… Entonces se les cae la bandera de todos somos iguales”.

El daño a la dignidad de las personas es otro de los efectos de estos mensajes. Muchas personas gitanas, al ser conocedores de los mensajes de odio en redes sociales al hilo de diversas noticias, sienten dañada su imagen y su dignidad personal. Esto provoca vergüenza, miedo, y una necesidad de autojustificación. Y una buena muestra de este daño lo encontramos en un testimonio ofrecido desde Santoña.

En este caso, una de las primeras cuestiones que nos llama la atención es que nuestro entrevistado empezó la entrevista pidiendo permiso para casi justificarse: “Los gitanos de Santoña somos gitanos civilizados, no somos gitanos como hace 100 años, llevamos en Santoña más de medio siglo, unos 50 o 60 años en un pueblo con 12 mil habitantes y nunca ha habido ningún problema, hemos vivido en armonía”. Él mismo se declaraba orgullosamente santoñés por haber nacido y crecido ahí.

En todo este preámbulo hay una parte de “excusatio non petita” y también una impresión de desconcierto ante los ataques de los propios vecinos y vecinas del pueblo con el que llevan conviviendo toda la vida. Los audios de Santoña que acusaban a la población gitana de ser la propagadora del virus causaron un gran revuelo e indignación, no solo por la acusación infundada, sino sobre todo por el impacto negativo que causó en la población mayoritaria, lo que condujo a casos de odio antigitano.

El impacto traumático en la infancia. En ocasiones los niños y niñas gitanos son testigos de estos comentarios, amenazas, o señalamientos en público. Ello puede generar efectos traumáticos, al ser los niños y niñas personas más vulnerables y con menos recursos para entender lo que está sucediendo.

En Santoña encontramos un claro ejemplo de este impacto, donde los comentarios llamando a la violencia y al genocidio antigitano aparecieron con profusión. Al entrevistado le impresionó mucho que el grado de violencia de los comentarios, que pedían incluso la muerte de niños y niñas, un odio contra todos y todas que crecía exponencialmente en forma de ataques racistas en las redes. Las referencias a Hitler, exaltando el nazismo, los campos de concentración y las cámaras de gas eran continuas, pidiendo el exterminio de las personas gitanas… un nivel de violencia muy pocas veces registrado.

Al comienzo de la desescalada el entrevistado nos comentó que los niños y niñas empezaron a poder salir, pero no solo les asustaba el virus: “Yo tengo una niña de 10, los pequeños, y tengo otro niño de 6 y aparte del miedo que tenían, pues del virus de no tocar nada, nos cruzábamos con la gente y los niños se arrimaban a mí, mal y mirando, y a ver…” “Nos cruzábamos con la Policía Local de aquí de Santoña y los niños asustados, o sea… mal, mal, muy mal…”. Al parecer los propios niños y niñas no querían ni salir a la calle, teniendo incluso dificultades por llevarlos al colegio porque estaban atemorizados.

El efecto de “chivo expiatorio”. Como hemos visto en algunos de los casos, las personas gitanas son señaladas como responsables de la propagación del virus; ya hemos explicado que esto es lo que se suele llamar “víctima propiciatoria” o “chivo expiatorio”, es decir, el proceso de culpar a un grupo social, de forma colectiva, de una situación compleja o de una crisis, en este caso la de la COVID-19. Desde La Línea de la Concepción se nos ofrece un testimonio que refleja muy bien este efecto de “chivo expiatorio”:

“Cuando empieza el confinamiento, que empezamos en marzo, primeros de abril, nos llegan unos audios por WhatsApp porque fallece la primera persona por Covid en la localidad de La Línea y resulta que esta persona es gitana”. Este es el detonante del estallido de odio contra la población gitana. “Empiezan a moverse unos audios contando, no solo saltándose la protección de datos, difundiendo la foto del fallecido que habían tomado de las redes sociales… sino también contando que se está liando parda, que el que ha fallecido es gitano, que están infectados, que lo están contagiando por toda La Línea porque no están respetando las medidas de distanciamiento y de estar en confinamiento y entonces están yendo toda la familia infectada a comprar en los sitios, que ahora es cuando los gitanos vamos a meter el Covid en La Línea…”

La noticia alcanzó una alta repercusión porque la prensa publicó que la primera persona fallecida por Coronavirus en esta localidad era una persona gitana (la referencia étnica era totalmente irrelevante, pero el daño fue enorme).

La deshumanización como forma de impacto. La deshumanización2 es una técnica común de los intolerantes hacia las minorías, es una manera de despojar a estas personas de sus características humanas y así poder ejercer una violencia sin remordimientos. En los discursos de odio señalados vemos numerosas reacciones racistas antigitanas que pedían la extinción y el exterminio de las personas gitanas (la “solución final”), las citas al nazismo y a la limpieza étnica. La exaltación de la maquinaria de muerte del nazismo es, desgraciadamente, algo habitual en estos discursos, y en ocasiones se justifica precisamente apelando a la deshumanización (no son personas, luego no son titulares de derechos, y pueden ser asesinados impunemente, su vida no tiene valor), comparándolos con animales (ratas, perros, cucarachas, “pseudo-personas”, chimpancés, etc.).

El caso de Caso de Bea de Segura (Jaén) es una buena demostración de cómo opera esta deshumanización. Desde allí, nuestra informante nos explicó los detalles:

“A raíz de que esta noticia salta, las redes sociales ya se encienden con una cantidad comentarios de odio tremendos” … “Recogimos todos los comentarios que veíamos en todas partes, comentarios que los tengo aquí delante para no inventarme tal y como lo dijeron eran, ‘qué asco de gentuza, pseudopersonas’… (las caras y las matrículas están)…. ‘Putos gitanos, son un cáncer’…”

La discriminación en espacios de ocio y la denegación de servicios. Otro de los efectos importantes de los discursos de odio es que llevan a actos concretos en la vida cotidiana. El mensaje no se queda en lo “virtual” de las redes, sino que genera actitudes y reacciones en la sociedad; por ejemplo, vemos en estos casos que, a raíz de esos mensajes y bulos, algunas personas gitanas se vieron discriminadas a la hora de acceder a espacios de ocio o al intentar comprar en farmacias o supermercados.

En Bea de Segura (Jaén) se dio esta discriminación, tal y como acredita el testimonio de una de las personas afectadas: espacios de ocio o al intentar comprar en farmacias o supermercados.

“El odio se extendió a toda la población gitana, es decir, el acoso, por ejemplo, a través de redes sociales se intensificó mucho, el acoso por ejemplo también en supermercados, que parece una tontería, pero estamos hablando que esto sucedió en plena cuarentena, es decir, que solamente podíamos salir a las necesidades básicas como ir al médico, a hacer la compra, los supermercados también se notó mucho esto, bueno, se notó y se sigue notando, es decir, un acoso a la hora de hacer la compra de personas gitanas, se notó muchísimo”.

Hipervigilancia en centros comerciales, con un sesgo de género (impacto de forma interseccional). Otro efecto de estos mensajes es que a veces producen un acoso, una vigilancia excesiva y continuada, hacia algunas mujeres gitanas en centros comerciales por parte de vigilantes de seguridad. Se trata además de un ejemplo de interseccionalidad, donde se articula la pertenencia étnica y el género.

Nuevamente, encontramos un ejemplo de este impacto discriminatorio en el caso de Beas de Segura (Jaén):

“Para paliar los efectos de la COVID a una muchacha joven le dimos un vale, tenía que ir inmediatamente a un supermercado a convalidarlo, a coger la comida. Ella se presentó con su niño, iba con el cheque y bueno, cuando estaba ya en la cola del supermercado pues uno de los encargados la sujetó del brazo y la zarandeo. Él dijo que qué hacía, que le había visto una compañera suya que había robado… lo que estaba cogiendo era la comida para llevarla a cambiar.” …“Claro, la niña chica cuando ve que le pegaron así el zarandeo, empezó a llorar, iba también con ellas su madre, una mujer mayor, y claro, lo que querían era que la soltase.” … “(el encargado) empieza a increparla, la niña llorando, la mujer le dice que la suelte y a raíz de ahí ... qué no ha robado nada, le enseña el cheque, le enseña todo… que no había robado nada, el muchacho… el encargado, pues llama a la policía… Luego la situación se relajó un poco, el encargado entendió que no había robado nada ¿Pero ahora tengo yo que pasar por otro momento más malo?”

El aislamiento. Otro efecto de estos mensajes es el aislamiento por la culpabilización. Al recibir falsas acusaciones, algunas personas se sienten discriminadas y se cierran en su entorno, rompiendo el vínculo social con personas no gitanas y dejando de ejercer ciertos derechos de ciudadanía, como la participación política o social. Un claro ejemplo de esto lo encontramos en el caso de las Tres Mil Viviendas (Sevilla), donde las acusaciones de que las personas gitanas no respetaban el confinamiento hizo que algunas de ellas decidieran encerarse en casa, y no participar de eventos culturales o sociales.

A través de estos testimonios hemos podido ver cómo el discurso de odio antigitano se ha tornado más virulento en los tiempos de pandemia y cómo este tiene efectos psicosociales a varios niveles en las personas que han sido objeto del mismo, bien como individuos o como colectivo, de estos actos antigitanos.

Estos trastornos que afectan a las víctimas del antigitanismo incluyen principalmente la depresión, la baja autoestima y los altos niveles de estrés. En un nivel social o colectivo, llevan a desconfiar de las instituciones o de la sociedad mayoritaria, que se percibe como amenazadora o peligrosa para su seguridad. Esto a su vez hace que no denuncien muchos de estos casos.

Verse constantemente sometidos a estereotipos y a discriminación a nivel social e institucional, a violencia, a desigualdad, etc. así como al lenguaje cotidiano que hace un uso normalizado de expresiones racistas, puede convertir en un difícil reto la vida diaria de las personas que sufren el antigitanismo. Esta dimensión traumática (individual y colectiva) debería ser tenida en cuenta a la hora de implementar políticas de prevención y de atención a víctimas de discriminación, y para concienciar a la sociedad de que las palabras tienen el poder de herir, y que afectan directamente la vida y el bienestar de las personas.

El estudio se puede consultar en:
https://www.gitanos.org/centro_documentacion/publicaciones/fichas/133448...

Demetrio Gómez y Javier Sáez