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Hacia una definición del antigitanismo

2016: Análisis del antigitanismo

“Rara vez alguien se detiene para decir lo que es y lo que hay de malo en él.”
Kwane Anthony Appiah sobre el uso del racismo

El propósito de este artículo es elaborar una definición del antigitanismo. Empezaré dando un ejemplo de antigitanismo en Rumanía.

El 25 de octubre de 2005, en el apartamento de un hombre rumano (no gitano) en Bucarest, la policía descubrió el cuerpo de una niña gitana de 11 años de edad, que había sido violada, asesinada, y cortar en cientos de pedazos. Un periódico rumano, Adevarul, publicó la noticia el 26 de octubre. De haber sido la víctima no gitana y el asesino gitano, y teniendo en cuenta la larga tradición de pogromos racistas de este país, podemos imaginar las violentas manifestaciones que se habrían producido pidiendo un castigo colectivo, como consecuencia de ese crimen. Las atrocidades de Hadareni de 1993 sirven como triste recordatorio de lo que puede suceder (Pro Europa, 2000). La noche del 26 de octubre, un programa de entrevistas de la cadena OTV de la televisión rumana incluyó dos reportajes relacionados con los gitanos: uno acerca de la violación y asesinato de una chica gitana, y el otro sobre una pelea que en la que estaban implicados algunos gitanos. Durante la emisión, varios comentaristas sugirieron que el asesinato estaba relacionado con el hecho de que los padres gitanos son incapaces de cuidar de sus hijos. Entre los comentarios sobre la noticia de la pelea con gitanos, una persona sugirió en una llamada en directo a la televisión que “los gitanos deberían ser asesinados a tiros.”

La tesis de este ensayo se basa en la premisa de que la hostilidad generalizada y las actitudes mayoritarias contra a la presencia de las minorías romaníes en Europa representan un factor potencialmente desestabilizador para las sociedades europeas. Este desafío a la estabilidad y a la convivencia interétnica pacífica debe ser entendido como un asunto complejo, de múltiples facetas y paneuropeo; para hacer frente a este desafío los medios deben complementarse con diplomacia. El indicador de este potencial de conflicto étnico es el crecimiento del antigitanismo en Europa - una forma de racismo que afecta a la situación de los gitanos en Europa y que es capaz de adaptarse a los cambios en esta situación. Antes de describir el papel potencial de la diplomacia y de los diplomáticos gitanos/as, es importante establecer una definición y una descripción claras del antigitanismo.

Actualmente, no existe ninguna definición reconocida o ampliamente aceptada del antigitanismo. Esta definición se basa en una anterior publicada en la web del European Roma Information Office (ERIO, 2005); en ella planteo que el antigitanismo es un tipo específico de ideología racista. Es, al mismo tiempo, similar y diferente, y está interconectado con muchos otros tipos de racismo. El antigitanismo en sí es un fenómeno social complejo que se manifiesta a través de la violencia, el discurso de odio, la explotación y la discriminación, en su forma más visible. Los discursos y representaciones del mundo de la política, la academia y la sociedad civil, la segregación, la deshumanización, la estigmatización, así como la agresión social y la exclusión socio-económica son otras formas de propagación del antigitanismo.

El antigitanismo se utiliza para justificar y mantener la exclusión y la presunta inferioridad de los gitanos/ as y se basa en la persecución histórica y en los estereotipos negativos.

A pesar del hecho de que el antigitanismo encaja en descripciones académicas de racismo, hasta hace muy poco la academia y los académicos en sus escritos, discusiones y análisis del racismo en general han ignorado o simplemente han prestado una atención superficial a la difícil situación de los gitanos y gitanas, y no han hecho apenas ningún esfuerzo para teorizar o analizar la discriminación que sufren los gitanos. La deshumanización es fundamental para el antigitanismo. Entiendo la deshumanización como el proceso a través del cual el pueblo gitano es a menudo visto como un grupo subhumano, más cerca del reino animal que de lo humano. Incluso en los raros casos de representaciones aparentemente positivas de los gitanos, éstos aparecen a menudo representados como no totalmente humanos, sino como niños. En el mejor de los casos, los gitanos y gitanas son descritos como “seres de espíritu libre”, despreocupados, felices, y con una elegancia natural. Todas estas características son a menudo utilizadas para describir a los animales.

En este capítulo se esboza una definición del antigitanismo, mostrando que el fenómeno tiene profundas similitudes con ese conjunto complejo de fenómenos llamados racismo.

I. Neo-Racismo o Racismo Diferencialis

Muchos autores consideran las últimas manifestaciones de racismo contra los diferentes grupos minoritarios en Europa como lo que Baker (1995) y Taguieff (2001) llaman racismo «diferencialista». Ambos autores lo ven como una forma de racismo que no se centra en las diferencias biológicas sino en las culturales y en lo que sus autores llaman «preferencia natural» por un grupo cultural “específico”; esta forma de racismo promueve la incompatibilidad de las culturas y tiene resultados similares al racismo biológico. Según Rorke (entrevista personal en 2006) se trata de «una forma mucho más peligrosa, más retorcida, de racismo, perdura mucho más y puede infectar el pensamiento mayoritario y la acción política con mayor facilidad que el racismo biológico ». Los defensores del diferencialismo, del nuevo racismo, es que el racismo biológico quedó totalmente desacreditado con la derrota del nazismo alemán y el impacto del Holocausto. Cuando se trata de los gitanos, el racismo biológico aún está vivo; la deshumanización es todavía central en los discursos anti-romaníes. Rorke también consideró el antigitanismo como algo «proteico y polimorfo». Esto complementa lo que Rorke escribió en 1999:

“Aunque el antigitanismo sigue siendo poco menos que ubicuo, como la mayoría de las formas del prejuicio, no es estático en su contenido, ni es algo que se extienda uniformemente a través de las políticas del continente europeo. En los diferentes Estados los prejuicios contra los gitanos están más o menos arraigados, son más o menos explícitos, se manifiestan en diferentes grados y en formas directas e indirectas muy específicas dirigidas contra los gitanos, y cambian de orientación en función de vaivenes políticos más amplios.”

Las recientes oleadas de antigitanismo en Europa (Nicolae 2006) y, en particular, en Inglaterra e Italia se explican más por choques culturales que por la herencia biológica, pero los efectos son los mismos, ya que estamos presenciando violentos conflictos sociales (Eslovaquia, Rumania, Hungría) y la disolución de los vínculos sociales.

Este tipo de interpretación basada en las diferencias culturales no tiene en cuenta la investigación social y psicológica llevada a cabo en varios países (España - Pérez, Chulvi y Alonso, 2001; Pérez, Moscovici y Chulvi, 2002; Chulvi y Pérez, 2003; Marcu y Chryssochoou, 2005). Estas investigaciones han puesto de manifiesto que, a diferencia de otras minorías, los romaníes son percibidos como seres más próximos al reino animal que a lo humano. En Rumanía ejemplo, mientras que el prejuicio contra los húngaros se expresaba en términos de atributos humanos negativos (por ejemplo, “hipócrita”), los prejuicios contra los gitanos se expresaban en términos de rasgos animales negativos (por ejemplo, “salvaje”). Dado el alto nivel de contacto existente entre la población mayoritaria y los gitanos, está claro que la deshumanización no está basada en ideas erróneas o en la ignorancia por parte de la población mayoritaria. En realidad, la deshumanización de los romaníes parece ser un mito legitimador que sirve para justificar un comportamiento abusivo de la mayoría hacia esta minoría.

Los pogromos contra los romaníes en Rumania a principios de 1990 que terminaron con más de cien casas quemadas y decenas de víctimas, así como los frecuentes ataques de skinheads, a menudo se justifican por una parte de los creadores de opinión pública, intelectuales y medios de comunicación a través de la presentación de las víctimas gitanas como especies infrahumanas (Nicolae 2006). La deshumanización de los romaníes y otros grupos étnicos tiene un largo pedigrí histórico, lo que hizo más fácil la ejecución del genocidio a mediados del siglo XX, y su posterior olvido.

La resistencia a reconocer (o la negación pura y simple) el Holocausto Gitano ha ayudado a mantener la marginación de las víctimas gitanas del Holocausto (Nicolae 2005) y el status quo existente, que coloca a la población romaní en la posición de no-ciudadanos o parias.

Muchos académicos subrayan la superficialidad del racismo diferencialista. Por ejemplo, Balibar (1991) escribe: «los ideólogos neo-racistas no son los teóricos de las herencias místicas sino técnicos realistas de la psicología social». Según Balibar, sólo en un nivel superficial el racismo diferencialista «no plantea la superioridad de determinados grupos o pueblos en relación con otros, sino ‘solamente’ lo nocivo que puede ser abolir las fronteras, y la incompatibilidad de estilos de vida y tradiciones. » Su punto de vista es particularmente relevante en el caso del antigitanismo, dado que detrás de ese discurso de la diferencia entre las mayorías y los gitanos, las viejas nociones de jerarquía permanecen intactas, como lo demuestran las encuestas en Europa (véase el informe de la OSCE, Anti-Gypsyism in the European mass-media [2005]). Por desgracia, parece que no hay ninguna duda en la mente, las acciones y las políticas de las mayorías a la hora de considerar lo que son estilos de vida modernos y civilizados y lo que no lo son.

El antigitanismo se manifiesta no sólo a través de la categorización racial, que plantea la inferioridad de los gitanos, sino principalmente a través de la deshumanización directa de los romaníes. El antigitanismo, por lo tanto, se puede definir como una forma de deshumanización, porque los prejuicios contra los gitanos van claramente más allá de los estereotipos racistas que asocian a los gitanos con rasgos y comportamientos negativos.

A través de la deshumanización, los romaníes son vistos como menos que humanos; y, al ser menos que humanos, se les percibe como si moralmente no tuvieran derechos humanos iguales a los del resto de la población.

Otros autores describen esto como deslegitimación (Bar-Tal, 1989; 1990) o exclusión moral (Staub, 1987; Opotow, 1990).

El incumplimiento por parte de los Estados europeos (por ejemplo, Italia y Países Bajos) de otorgar el reconocimiento oficial como grupo es muy diferente en la intención y en el resultado al racismo deshumanizante, pero es en mi opinión una dimensión institucional del antigitanismo. Ni Italia ni Países Bajos reconocen oficialmente al pueblo gitano como minoría étnica nacional, a pesar de reconocer a otras minorías nacionales.

II. Racismo biológico

«Y sin embargo, aunque no haya razas, ¡el racismo ciertamente existe!» Jacquard y Pontalis (1984)

El racismo es un concepto relativamente nuevo y de acuerdo con Zack (1996), el Oxford English Dictionary data las primeras apariciones del término «racismo» en la década de 1930. En realidad, el racismo estaba ya en la base de la exclusión y de violentos conflictos desde mucho antes.

Una serie de teorías encuentran las raíces del racismo biológico (el racismo basado en un noción esencialista de raza, vinculada al nacionalismo y al Estado) mucho antes de la teoría del siglo XIX de Arthur de Gobineau, considerado el padre del racismo biológico y el primero en escribir sobre razas humanas distintas en su publicación Essai sur l’inégalité des races humaines (1853-1855). Zack (1996) considera que «los conceptos modernos de raza derivan de la pseudo ciencia de los siglos XVIII y XIX, que racionalizó el colonialismo europeo y la esclavitud » (Pág. 3).

Como Zack, Williams (1995) considera que el racismo precedió a las teorías de Gobineau y argumenta que el racismo fue creado para justificar la esclavitud en África, dado que introduce las primeras nociones de racismo vinculadas a la «racionalización de la esclavitud».

Kant también es visto por Zack (1994) como alguien que pudo haber contribuido a la creación del concepto europeo del racismo, cuando utiliza la teoría de la esencia de lo natural de Aristóteles, quien considerada a los bárbaros como esclavos naturales.

Probablemente la primera aparición de conceptos racistas la podemos encontrar en Platón (2002) quien escribió en «La República» de que hay personas «formadas intrínsecamente de materiales inferiores» (p.39). En 1940, Ruth Benedict definió el racismo como «el dogma de que un grupo étnico está condenado por naturaleza a una inferioridad congénita y que otro grupo está destinado a una superioridad congénita» (p. 21).

El racismo científico o biológico, basado en las teorías del siglo XIX de la superioridad biológica y la inferioridad de las razas, está totalmente desacreditado y ya no es aceptable en el discurso político y público. Sin embargo, en el caso de los gitanos, a menudo nos encontramos todavía formas virulentas de racismo biológico, tanto en el discurso político como en el público (OSCE, 2005).

Mucho antes de que las teorías biológicas de la raza surgieran en Europa, los gitanos ya eran perseguidos. En varios países europeos se les prohibió vivir, fueron esclavizados en lo que entonces era el territorio de Rumanía, eran acusados de jugar un papel en la muerte de Jesús y, a menudo eran identificados con criminales (Lucassen y Willems, 2001); los gitanos han sido rechazados continuamente por las sociedades mayoritarias.

Los informes de los países de la Comisión Europea a menudo subrayan el racismo estructural contra los gitanos que se da los países de Europa central y oriental, sin embargo, algunos de esos países ya se unieron a la UE y otros se unirán pronto. La violencia y los actos de discriminación, incluyendo el rechazo promovido por el Estado –algo que sería impensable en el caso de cualquier otra minoría-, a menudo se dan en el caso de los gitanos europeos.

Por ejemplo, en 1998, Gran Bretaña volvió a imponer restricciones de visado a Eslovaquia con el fin de evitar que los solicitantes de asilo gitanos fueran recibidos en el Reino Unido. En el verano de 2001, el gobierno del Reino Unido estableció una «pre-autorización» de los pasajeros en el aeropuerto de Praga, que sirvió para identificar a los pasajeros romaníes y evitar que tomaran aviones con destino al Reino Unido (BBC, 2001).

También en abril de 2001, el gobierno del Reino Unido adoptó una política de fronteras «especial», señalando a personas pertenecientes a siete grupos: kurdos, gitanos, albaneses, tamiles, griegos pónticos, somalíes y afganos, por medidas «especiales». De estos grupos, los gitanos y los kurdos no tienen pasaportes indicando su origen étnico (Roche, 2001).

Los gitanos europeos no son un grupo homogéneo. Pueden variar en apariencia, desde tener la piel clara y ojos azules hasta la piel muy oscura y los ojos negros, y esos dos extremos a menudo se dan en la misma comunidad o incluso en la misma familia. Los gitanos y gitanas comparten muchas características físicas con árabes, turcos, indios, así como con los europeos. Los gitanos de Europa son de muy diferentes religiones: cristianismo (ortodoxo, católico y protestante), islam (tanto chiítas y como sunitas), judaísmo, así como el ateísmo. Muchos romaníes no saben hablar romaní. E incluso los que hablan romaní pueden tener dificultades para entenderse unos a otros, dado que los diversos dialectos son muy diferentes en toda Europa. Por lo tanto, esta medida, que estuvo en vigor hasta 2004 en el Reino Unido, demostró ser una forma de discriminación promovida por el Estado contra los romaníes que de alguna manera funcionaba a pesar del hecho de que no hay una forma fiable de identificar a los gitanos. La política no puede basarse lógicamente en ningún criterio conocido de la discriminación racial: la apariencia, el color de la piel, la religión o el idioma. La experiencia de los periodistas checos, que demostraron que los gitanos checos con un color de piel más oscuro fueron detenidos, mientras que sus compañeros con la piel más blanca obtenían el permiso para ir al Reino Unido en 2001, sugiere que esto era en realidad un caso de diferencias biológicas imaginarias entre los gitanos y el resto de la población.

El antigitanismo en el Reino Unido no se demuestra sólo por la política del Estado, sino también a través de sentimientos populares y de algunos funcionarios. Jack Straw, a cargo de la diplomacia británica hasta mayo de 2006, es conocido por sus comentarios despectivos sobre los “travellers” [un grupo étnico de Reino Unido e Irlanda, N. del T.], que consideraba que sólo servían para defecar en las puertas de las casas de la gente.

«¿Debemos dejar que los gitanos invadan Inglaterra?», fue el título de una encuesta que se hizo en enero de 2004. Alrededor de 20.000 personas pagaron para llamar y decir a los lectores del Daily Express que no iban a aceptar a los «gyppos» [término insultante para referirse a los gitanos en Reino Unido, N. del T.]. La encuesta fue parte de una campaña de medios más grande en el prensa británica liderada por la prensa amarilla, que se prolongó durante varios meses (ERIO, 2004). El gobierno reaccionó iniciando un debate sobre medidas para restringir el acceso de los romaníes al Reino Unido.

El primer ministro británico, Tony Blair, dijo en los días siguientes en la Cámara de los Comunes: «Es es importante que reconozcamos que existe un riesgo potencial en las personas que viene de los países candidatos a la adhesión». Un día después, el Daily Express se hizo eco de Blair, con titulares como «Gitanos: ustedes no pueden entrar.»

Las ideas de Arthur de Gobineau están todavía muy extendidas en Europa y en especial cuando se trata de los gitanos. Muchos temen una degeneración proveniente de la mezcla de las «razas» de la mayoría con los romaníes.

Según una encuesta de 1999, menos del 1% de los búlgaros no romaníes podían imaginarse casándose con una persona de origen romaní (Nahabedian, 2000). En 2003, una encuesta de Gallup en Rumania descubrió que el 93% de los rumanos se negaría a aceptar a un gitano o gitana en su familia (IPP / Gallup, 2003). En una encuesta realizada por Focus Institute en 1999 en Eslovaquia, el 80% de los entrevistados dijo que nunca permitiría que sus hijos se casaran con una persona gitana ([Pisarova] Slovak Spectator).

En una encuesta de opinión realizada en un instituto entre estudiantes eslovenos de secundaria en 1993, el 60,1% dijeron que evitaban cualquier contacto con gitanos (Ramet, 2005). En una encuesta realizada en 1986 y 1988 en las escuelas españolas, el 70% de los profesores dijeron que se sentirían molestos si sus hijos/as se casaran con una persona gitana (Calvo Buezas, 2001).

Park (1950) escribe que las relaciones raciales «no son tanto las relaciones que existen entre personas de diferentes razas como las que se dan entre individuos conscientes de estas diferencias». El resultados de las encuestas citadas anteriormente en Rumanía y Bulgaria (ambas con una población romaní de aproximadamente el 10%) parece indicar que el antigita nismo ha sido interiorizado por un buen número de gitanos, además de las poblaciones mayoritarias. Las encuestas de opinión en Luxemburgo (Legrand, 2004), Malta y Dinamarca (European Values Estudio, 1999) muestran que el antigitanismo opera incluso en ausencia de contacto directo con los romaníes. La encuesta muestra que al 25% de las personas luxemburguesas no le gustaría tener a gitanos como vecinos, a pesar de que, según el censo, no hay gitanos en Luxemburgo. El rechazo más fuerte se encuentra entre los trabajadores y amas de casa, los más bajos entre las personas que tienen una profesión liberal. Más del 30% de los entrevistados en Malta declararon que no querían tener gitanos como vecinos. No hay ningún gitano viviendo en Malta, según el censo oficial. El informe muestra que al 15,2% de los encuestados en Dinamarca no le gustaría tener como vecinos a gitanos. En Dinamarca, prácticamente no hay gitanos (menos del 0,001%).

Aunque no haya interacción social, o conflictos o, en muchos casos, ninguna forma de contacto, las poblaciones mayoritarias rechazan a los gitanos. Esto refuerza mi opinión de que el antigitanismo es una ideología racista que tiene fuertes similitudes con formas específicas de racismo como el antisemitismo. El antigitanismo a menudo sirve para justificar el orden social existente, manteniendo al gitano permanentemente en una posición social inferior.

El antigitanismo también se refleja en una forma de falsa conciencia por parte de los propios gitanos. Un número significativo de romaníes niegan sus raíces en un intento de escapar al estigma social asociado a la identidad gitana. La mayoría de ellos, especialmente profesionales de éxito gitanos, logran ocultar su origen familiar y finalmente pierden su identidad étnica y se asimilan a esa mayoría que normalmente rechaza a los gitanos. Esto generalmente no es posible para otros grupos que sufren el racismo y podría usarse como un argumento de que los sentimientos antigitanos no están basados en la raza o el origen étnico, sino en estereotipos y prejuicios históricos contra los romaníes. Esto se refleja muy bien en la discrepancia entre el número estimado de gitanos y el número mucho menor que aparece en los censos oficiales, como se refleja en los documentos del Consejo de Europa.

Se gasta una enorme cantidad de energía en la justificación o legitimación política y económica de la exclusión cultural de los gitanos. Los prejuicios contra los romaníes no sólo se basan en la raza, sino en una combinación -única en cada región o país- de la religión, el idioma, la cultura y la apariencia física. Por otra parte, a los gitanos se les identifica según los barrios, pueblos, regiones o países en los que viven, la clase social, profesiones “específicamente gitanas”, formas de hablar, vestimenta e  incluso por su comportamiento. Este complejo ejercicio de construcción negativa de estereotipos sobre los gitanos -basados en cualquier característica que muestren los gitanos en un área en particular- no es típico del racismo, que se centra en la raza o el origen étnico solamente, en una serie de características clave como el color de piel, el idioma o la religión. De esta manera, el antigitanismo es capaz de adaptarse y los gitanos permanecerán siempre señalados, independientemente de los cambios que se den en su condición social, las condiciones o las prácticas de vida, siempre y cuando admitan ser gitanos.

Ambalvaner Sivanandan, director del Instituto de Relaciones Raciales de Gran Bretaña, escribió en 1973 que el racismo era «una ideología explícita y sistemática de la superioridad racial.» En 1983, llegó a pensar que «el racismo tiene que ver con el poder, no con los prejuicios.» En 1985, lo relacionó con «estructuras e instituciones con poder para discriminar.» El antigitanismo incluye características de todas sus definiciones de racismo; sin embargo, no se reduce sólo a ellas. El antigitanismo es una forma muy específica de racismo, una ideología de superioridad racial, una forma de deshumanización y de racismo institucionalizado. Está alimentado por una discriminación histórica y por la lucha por mantener las relaciones de poder que permiten tener privilegios a los grupos mayoritarios. Ello se basa, por una parte, en temores imaginarios, estereotipos negativos, y mitos y, por otra, en la negación o el borrado de la conciencia pública de una larga historia de discriminación contra los gitanos. Se ignoran no sólo acontecimientos en los que los gitanos y las gitanas fueron asesinados de forma brutal, sino también cualquier característica no estereotipada de la vida de los gitanos. Los prejuicios contra los romaníes van claramente más allá de los estereotipos racistas que los asocian con rasgos y comportamientos negativos. La deshumanización es su punto central. Los gitanos son vistos como menos que humanos; siendo menos que humanos, son percibidos como seres que no tienen moralmente derecho a disfrutar de derechos humanos iguales a los del resto de la población.

Al igual que cualquier ideología, el antigitanismo puede adaptarse, manteniendo a los gitanos como objetivo, independientemente de los cambios que hagan en su estatus social, o en sus condiciones y prácticas de vida, siempre y cuando admitan sus raíces étnicas.

El antigitanismo tiene tal desprecio por la razón, los hechos, y el debate intelectual que apenas se esfuerza en justificar sus contradicciones, a menudo ideológicas, y sus cambios, una característica que lo vincula fuertemente con el fascismo.

Valeriu Nicolae
Ex director del European Roma Information Office (ERIO), y activista gitano.

Traducción del inglés por Javier Sáez.

 

Referencias

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