He sido activista de derechos humanos toda mi vida. En 2014, me convertí en la primera diputada del Parlamento Europeo de un partido ideológicamente antirracista y feminista: la Iniciativa Feminista, de Suecia. Antes de convertirme en eurodiputada, fundé varias ONG, trabajé a nivel nacional como asesora de organismos gubernamentales en Suecia, y a nivel europeo como asesora del Consejo de Europa y de la Comisión Europea en cuestiones relacionadas con las personas gitanas. He dedicado mi vida a trabajar en cuestiones relacionadas con los derechos humanos centrándome en el empoderamiento de las mujeres gitanas y la autodeterminación de la sociedad gitana
Durante estos años, me he enfrentado a muchos desafíos diferentes (que creo que todas las personas que trabajan con cuestiones de derechos humanos enfrentan). La noción de los derechos humanos que se usa a menudo en la arena política no incluye necesariamente a todos y todas. Esto es evidente ya que en todas las sociedades hay personas cuyos derechos humanos fundamentales son vulnerados a diario. Hay personas que son excluidas de la educación, la atención médica, la vivienda y el mercado laboral, sólo por sus identidades y sus capacidades.
Los derechos humanos deberían aplicarse a todas las personas, independientemente de sus identidades y de las oportunidades que tengan. Sin embargo, hay personas que son sistemáticamente excluidas, porque quienes tienen los privilegios y el poder en nuestras sociedades tienen su estatus garantizado por el sistema. En este proceso, el grupo privilegiado no se da cuenta de que lo es, lo que hace que tampoco sea capaz de reconocer las situaciones de desigualdad. Pero eso no es todo.
El antigitanismo, una forma de racismo dirigido contra las personas gitanas, no es un fenómeno nuevo. Ha existido en Europa durante siglos. Las personas gitanas hemos sido abandonadas, discriminadas, estigmatizadas, excluidas y deshumanizadas durante 800 años. Ahora estamos empezando a mejorar lentamente la situación de los derechos humanos de las personas gitanas en Europa, pero tenemos un largo camino por recorrer.
El antigitanismo prospera en todos los ámbitos de la vida: desde la educación hasta el empleo, desde el acceso a la información hasta el acceso a la justicia, desde el nacimiento hasta la muerte, en la negación de nuestra historia y la privación de nuestro futuro. No se trata de pobreza, se trata de la negación de nuestros derechos humanos. Los ciudadanos y ciudadanas gitanas en muchas partes de Europa viven bajo formas de apartheid, especialmente las mujeres gitanas, las personas gitanas con discapacidad, las personas gitanas LGBTIQ y aquellas que forman parte de cualquier clase de minoría dentro de una minoría.
Mi partido político, Iniciativa Feminista, de Suecia, se basa en el feminismo interseccional y antirracista. El feminismo interseccional supone entender cómo las identidades superpuestas de las mujeres, incluidas, entre otras, la raza, la clase, el origen étnico, la religión y la orientación sexual, influyen en la forma en que experimentan la opresión y la discriminación. Entendemos y construimos políticas basadas en el hecho de que la discriminación es multifacética. Por ejemplo, las mujeres gitanas enfrentan múltiples niveles de discriminación porque son mujeres y porque son romaníes.
Las formas que toma esta discriminación interseccional pueden ser variadas. Las mujeres gitanas han sido sometidas durante décadas a la esterilización forzada en la República Checa, Finlandia, Alemania, Hungría, Eslovaquia y Suecia. Varios gobiernos aún no han establecido un mecanismo de compensación y reconocen que la esterilización de las mujeres gitanas sin su consentimiento informado ha sido sistémica y apoyada por el Estado antes de 1990, y que persistió hasta el siglo XXI.
Las mujeres gitanas todavía no tienen un acceso igualitario a servicios de salud de calidad, incluidos servicios de salud sexual y reproductiva, e información. Estoy alarmada por la grave carencia de tarjetas de seguro médico y porque hay mujeres gitanas que son maltratadas por el personal médico. Además, varios hospitales en Hungría, Rumanía y Bulgaria tienen pabellones de maternidad segregados y deficientes, donde las pacientes gitanas están sujetas a abusos raciales y físicos al dar a luz. ¡Esto es inaceptable!
Y, por supuesto, en aquellos países donde la segregación educativa de niños y niñas gitanas es una práctica cotidiana y generalizada, las niñas gitanas tienen perspectivas de vida mucho peores.
Las mujeres gitanas a menudo son víctimas de discriminación múltiple e interseccional y se encuentran en una posición desfavorecida cuando se trata de participar en la sociedad en todos los niveles y de acceder a los servicios y recursos básicos; por lo tanto, su participación activa en la vida pública y política es clave.
Para resolver estos problemas, estamos aplicando una visión interseccional y creando políticas interseccionales. Entendemos y construimos políticas basadas en el hecho de que la discriminación es multifacética. Por ejemplo, ser una gitana pobre con dos hijos y un dolor de espalda crónico supone una circunstancia de vida completamente diferente que ser una madre soltera blanca y pobre. Sin embargo, no es el movimiento feminista el que debe ser inclusivo, el concepto de incluir significa que hay alguien que se supone que debe ser invitado.
Desde una perspectiva basada en los derechos humanos, todos y todas nacemos iguales. Por lo tanto, el movimiento feminista, si no lucha por las mujeres de color o las mujeres gitanas, no está completo. Es solo la mitad, y para ser un todo necesitamos realmente mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos cómo podemos “construir” la igualdad. Como poeta estadounidense y feminista interseccional, Audre Lorde dijo: “Yo no seré libre mientras exista alguna mujer que no sea libre, aunque sus cadenas sean muy diferentes a las mías”.
Sé que es posible crear ese tipo de sociedad; pero para hacerlo, no podemos dejar que la política del odio gobierne de forma mayoritaria. A pesar de que pertenecemos a diferentes grupos minoritarios, todos y todas estamos en la misma situación. El terreno común de la exclusión son las estructuras blancas, capacitistas1, heteronormativas y patriarcales. La sensación de inseguridad que algunas personas pueden experimentar es una de las razones que hacen que se apoye la política del odio. En mi trabajo político, adopto un enfoque interseccional para asegurarme de que la agenda política europea garantice que a todas las personas, independientemente de sus identidades y requisitos previos, se les reconozcan sus derechos humanos.
No es una coincidencia que el populismo y el extremismo aumenten cuando hay una regresión económica y un cambio social. Como resultado de ello, las personas tienden a volverse más inseguras y luego apoyan a los políticos que parecen favorecerlos al discriminar a los demás. Con una política interseccional, podemos pedir responsabilidades a aquellos que violan los derechos humanos de un grupo en nombre de otro.
También me gustaría agradecer a la Fundación Secretariado Gitano (FSG) por el gran trabajo que están haciendo en la lucha contra el antigitanismo desde un punto de vista interseccional. Han trabajado incansablemente en España durante 35 años para lograr la justicia social para todos y todas. Son una voz importante que lucha por una España más equitativa, diversa y abierta.
(Traducción de Javier Sáez)
Soraya Post.
Eurodiputada